118 años del automóvil en Guatemala

A finales de diciembre del año 1905 corrían rumores de que había llegado a Guatemala un extraño aparato llamado coche, o carro, el cual sería mostrado en vivo y a todo color a quienes llegaran a la 18 calle frente al antiguo templo del Calvario.

Una historia de más de 100 años cuando comenzó por las tranquilas y polvorientas y empedradas calles de la ciudad de Guatemala, el primer automóvil que llegó al país. Muchas personas no salían de su asombro y muchos llegaron a creer que este aparato, que años después revolucionó la vida de los guatemaltecos, era un «Un engendro del mal».

La compañía de automóviles Holsman, de Chicago, llegó al país a presentar su línea 1905 que ofrecía un argumento de peso, asegurando que la construcción general del chasis y el cuerpo del auto eran tan parecidos a la de los vehículos con caballos, que hasta las tiendas locales de carros y carretas podrían efectuar las posibles reparaciones, lo cual representaba una verdadera ventaja competitiva ante otras marcas del mercado.
Las ruedas altas tenían sólidos neumáticos de caucho. Llevaba un motor de CV (caballos de vapor) refrigerado por aire. Una transmisión simple de cuerda y polea llevaba bandas unidas a los radios de la rueda trasera.
Para el año 1905, solo estaban empedradas las calles inmediatas a la Plaza Mayor, que constituía el centro de la vida ciudadana, el resto de calles eran de pura terracería. Los guatemaltecos estaban acostumbrados a ver carruajes halados por caballos y mulas, cuya terminal estaba ubicada en el Garaje Schuman situado en la 4a. Calle Poniente # 25.
Ese año un extraño ruido comenzó a inundar el ambiente a tal grado que muchos caballos relinchaban, el ruido lo hacía un carruaje que, para sorpresa de muchos, no era halado por mulas ni caballos !este caminaba solo!.
Las personas no comprendían como se movía. Susurraban que era un invento maligno o que el diablo estaba detrás ya que al moverse producía un gran ruido, e incluso las personas de más edad más avanzada se persignaba encomendándose a Dios para que los protegiera de aquel «demonio» que comenzaba a desplazarse por las calles de la zona 1.
Ante el asombro de los observadores el carro de acero comenzó a ser probado en las escaleras del antiguo Calvario, relataba el historiador Héctor Gaitán. El piloto era Juan Irigoyen, un joven que acababa de terminar sus estudios en Estados Unidos y ‘venía para abrirse nuevos caminos’, explica Fernando Irigoyen, hijo del precursor del automovilismo en Guatemala.»
El automóvil era un Holsman de 1903 con un motor horizontal de dos cilindros, diez caballos de fuerza y una sola velocidad de tracción de correa trenzada. En lugar de volante tenía un bastón. Fue producido en Chicago, Illinois, desde 1903 hasta 1910.
Las ruedas tenían la misma estructura y tamaño, 42 pulgadas de diámetro, similar a las de los carruajes. Por eso le comenzaron a llamarle ‘el carruaje sin caballos’.
Los historiadores relatan que un día don Juan Irigoyen se encontraba reunido con un grupo de amigos y afuera de su casa estaba estacionado el novedoso aparato. De pronto entró a la residencia un norteamericano que era agente viajero y de inmediato preguntó quién había cometido el disparate de traer a Guatemala un automóvil, cuando por las calles no se podía circular ni a pie.
Don Juan le contestó que era suyo y que le iba a demostrar que en tan sólo tres horas podía llegar a La Antigua Guatemala. El viajero apostó US$500 a que no lo lograría.
De acuerdo con algunos expertos la velocidad promedio del vehículo era de 10 kilómetros por hora. En el camino, todo de tierra, tenían que bajarse a quitar piedras y palos, pero les favoreció que de ida había más bajadas, afirma el Cronista de la ciudad, Miguel Álvarez.
La prueba se realizó durante los días de la Semana Santa de 1906. Juan, acompañado por su hermana María, salieron del Guarda Viejo. Para muchos era una locura, pues las diligencias con carruajes de caballos se tardaban en llegar hasta dos días.
Contra todos los pronósticos, después de dos horas y 59 minutos, el «carruaje sin caballos» se estaba estacionando frente a la oficina de Telégrafos en la Antigua, donde tomaron la hora de su arribo para acreditarlo como ganador de los US $500.
El vehículo Holsman le había costado a Irigoyen 1,500 pesos ORO americanos. Luego se lo vendió a don Rafael Ramírez en US $2,000, lo cual fue un buen negocio, explicaba Héctor Gaitán.
Unos meses después José Marqués trajo a Guatemala el segundo automóvil. Era un Cadillac modelo A, con llantas neumáticas. Era biplaza, con motor de un cilindro central y 10 caballos de fuerza. Después se lo vendió a Juan Irigoyen. Los expertos relatan que el reducido diámetro de las llantas y lo voluminoso del volante del motor limitaban su radio de circulación a pocas calles de la ciudad, como el Paseo de la Reforma.
Para 1907 ya había en Guatemala por lo menos diez automóviles y seis motocicletas, según está plasmado en una nota enviada a don Juan por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, para pedirle organizar un desfile con los vehículos que había en la ciudad, para celebrar las fiestas escolares de Minerva.

La primera venta de gasolina y los primeros distribuidores de carros en Guatemala.

Sin embargo, había desconcierto porque los campesinos y la alta burguesía no se esperaban semejante provocación; primero, por el caos, porque las falsas y a veces estruendosas explosiones de los motores, no muy afinados, asustaban a los caballos y éstos se volvían incontrolables (locos?) poniendo a prueba el temple de los jinetes inexpertos; segundo, por la irritación, porque consideraban que el minúsculo grupo los automovilistas no tenían ninguna categoría ante la ley.
Otro de los pioneros del automovilismo en el país fue José Urruela, quien se había convertido en agente distribuidor en Guatemala de la marca de carros Reo. El negocio de los vehículos en la ciudad comenzó a ser llamativo y don Harris Byrne hizo negociaciones para convertirse en distribuidor de automóviles Buick. Según relatan los historiadores, de 1908 a 1916 logró vender casi 100 unidades.
Unos años después se decidió crear los primeros reglamentos de tránsito, después las autoridades de gobierno se vieron en la necesidad de organizar una comisión, presidida por Juan Irigoyen, para que evaluara a todos aquellos que poseían un vehícu­lo y que quisieran manejar por la ciudad, pues temían que se produjeran graves accidentes y causaran molestias entre los vecinos.
Según relatan, esta decisión la tomó el entonces presidente Manuel Estrada Cabrera, luego de un susto que tuvo. El historiador Francis Polo Sifontes comenta que el mandatario iba en su Victoria, o carruaje de lujo halado por caballos, cuando uno de estos automóviles se acercó demasiado y las bestias comenzaron a relinchar a tal grado que tuvo que saltar para salvarse, pues casi le vuelcan el carruaje.
En ese entonces, muy pocos sabían que a los automóviles también les llamaban «coches» en España.
‘Luego del susto, el mandatario prohibió que los «coches» entraran al centro de la ciudad. Sus dueños debían dejarlos en las afueras. Entonces muchos vecinos que venían a vender sus marranos (coches) al mercado, confundidos, ya no los entraban a la ciudad, sino los dejaban amarrados por temor a que los metieran a la cárcel’, relata el historiador.
Sin embargo, el mayor problema que enfrentaban los dueños de vehículos era el abastecimiento de combustible. En algunos casos tenían que parar sus automotores por varios días y la única forma de traer gasolina era en barco.
No existían gasolineras ni centros de servicio. Algunos comerciantes la traían desde México en latas de cinco galones, marca Águila. La vendían en las esquinas del Parque Central y en la 18 calle y 7a. avenida, se abrió la primera gasolinera y centro de servicio, donde ahora esta el edificio El Cielito.
Muchas otras anécdotas rodearon la llegada del carruaje sin caballos, pero 1905 abrió uno de los capítulos más importantes de la historia automovilística del país.
El 12 de agosto de 1909, debido al incremento de automóviles en las calles y para evitar que las bocinas de los autos asustaran a los caballos y a los coches, las autoridades de gobierno redactaron el primer Reglamento de Transito de Guatemala.
En uno de sus artículos expresa, literalmente, que para poder circular un carro deberá obtener una licencia expedida por de la Jefatura Política.
Entre los requisitos estaban:
La aprobación de que reúne las condiciones de prudencia y discreción, seguridad u orden para manejar, refrenar y detener el vehículo o «variarle» la dirección.
La velocidad que se impondrá a los automóviles no excederá en ningún caso de 40 kilómetros por hora en las calzadas, ni de diez kilómetros en calles y lugares de mayor tráfico. La velocidad se acortará donde hubiere afluencia de carruajes y tranvías, en cuyo caso la velocidad de los automóviles será igual a la de los demás vehículos.
Los cruceros de calles se anunciarán por medio de trompetas o timbres, lo mismo que donde haya aglomeración de gente.
Los conductores de automóvil detendrán o moderarán la marcha si se observa que los animales de tiro o silla se asustan por su proximidad.
Redacción: Dr. Yoni Lémus Agustín

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